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Foto: Jhonatan Granados |
La noche del 7 de diciembre es
quizás una de las más brillantes del año y no se debe al firmamento estrellado
–que, de algún modo, colabora en este sentido– sino más bien en las miles de
velitas que los niños encienden en frente de sus casas ante la mirada
maravillada de sus familiares.
La noche de las velitas es una
tradición bien arraigada en Colombia y puede considerarse como la primera gran
celebración dentro del periodo que engloban las fiestas de fin de año (o
Navidad), aunque, en realidad, se trata de una fiesta relativamente joven.
Su primera celebración nos
traslada oficialmente a mediados del siglo XX, el 8 de diciembre de 1854 para
ser precisos, cuando el Papa Pío IX declaró la Inmaculada Concepción de la
Virgen María dogma de fe por haber sido preservada del pecado original desde su
concepción.
Sin embargo, desde la época del
Imperio Romano se observa la existencia de diversas fiestas de orden religioso
y pagano en las que se alaba a mujeres consideradas vírgenes. A mediados del
siglo XV se propagó una fiesta por Irlanda, Inglaterra, Alemania, Francia y
España, conocida como "La concepción de Nuestra Señora" que se
celebraba justamente el 8 de diciembre.
A partir de 1854, las familias
colombianas se reúnen para prender al menos una docena de pequeñas velas de
colores y faroles y colocan banderas de colores blanco y azul (aunque esta
tradición se ha ido perdiendo últimamente), para convertir las calles en un
bello espectáculo luminoso.
El uso de las banderas blanco y
azul nos remite a la época colonial y representa un saludo a la Virgen. Los
colores incluidos son los que habitualmente luce la Virgen María en las
representaciones oficiales de la Iglesia.
Según ciertos teólogos –como
Álvaro Rodríguez Vásquez–, la noche de las velitas significa la iluminación que
hizo Dios en la Virgen y la aceptación de ella de ese proceso divino.
Además, subrayan que en la noche
del 7 de diciembre existe una gran influencia materna que evidencia el lugar
preponderante que tiene la madre en el hogar y en la sociedad.
Por su lado, Monseñor Juan Carlos
Castellanos sostiene que las velitas son un simbolismo y representan la unidad
familiar, la fe y la esperanza. Es un momento idóneo para encontrarse con la
familia y abrazar las creencias cristianas.
Según él, la noche de las velitas
es una forma de revivir las tradiciones hermosas venidas del campo y recordar
cómo los campesinos prendían las hogueras para saltarlas en un acto de valor.
Jhonatan Granados
Comunicaciones